La idea de encontrar una voz propia no es tan nueva para mí. Recuerdo que en la universidad, algunos profesores hacían hincapié en este punto para la redacción creativa y todo lo que tuviera que ver con el desarrollo de conceptos innovadores.
Más tarde, en el mundo laboral, este tema seguía latente pero más que nada, la meta era satisfacer las necesidades del cliente y hacer que su discurso de marca sonara bonito e interesante.
Un buen día me pregunté “¿y qué hay sobre mi propia voz?” No la voz de la redactora de copy que alguna vez fui en agencias publicitarias. Tampoco la de la coordinadora de mercadotecnia que lleva las redes sociales institucionales. Me refiero a mi voz personal, mi voz real.